
Camina de un lado a otro de la casa. Gira sobre sus desacuerdos mentales y cae en el intento de morderse la cola. ¿Reflejo de serpiente? Quizás sólo de perra inconformista.
Debe haber algo más. Esto no puede ser todo, murmura mientras finge valentía e imita un gesto de cachetear la angustia, justo ahí, en el borde del estómago donde presiente un vértigo o quizás una pobre asfixia. ¿Esto es todo? No puede ser todo. El cachetazo está ya perdido y este saber amargo no se va. Sabor de saber que algo está errado. Detiene el décimo giro en un paso abisal que no va a parar más que al escritorio cercano: listas, anotadores, cuadernos, renglones y tinta azul, por favor. Ahí reside la coherencia. Ahí encuentra lo que la envuelve en su mortaja de certeza residual. Esto tampoco es, y pese a su intento de borrar el trazo mental que escupió sin desearlo, confía y se abraza al capuchón que nunca está en su sitio. ¿Vieron que puedo "descontracturarme"? Y ahora llega la sorna, claro.
Descontento visceral. De las mismas tripas me brota, che. Y ella que acusaba al viento y sus rehenes cercenados de las ramas. No claro, la naturaleza nada tiene que ver con eso y lo sabe. Al menos no la naturaleza de arbolitos felices y pájaros cantantes, pero la otra… la que nos condiciona a ser cobardes, torpes, estáticas. De esa quién rinde cuentas. ¿Nadie? ¿Ella?
La vida debe ser otra cosa. Tiene que serlo. Esta sucesión de días calcados, de procesiones memorizadas, de pantallas planas y cursos acelerados de mayéutica. ¿Esto y nada más?
Entonces a la mierda estas ganas, este impulso indefinible, esta mano que aprieta un cuello imaginario en espera de una liberación imaginaria que conduzca a un desciframiento imaginario de estas ganas… ¿imaginarias?
Vivimos en un decorado. Ella y yo: escriba y no actante. ¡Qué par olvidable!
Nos rascamos la cabeza al unísono, fruncimos la nariz, hacemos bailar los dedos y le damos una última chance a ese intruso que nos alteró la tarde.
El teléfono suena… ¿será él? Un ring, dos ring (siempre haciéndonos las ocupadas), tres ring… ¿Hola?… la oquedad del tono es la respuesta que, claramente, estábamos esperando.