viernes, 28 de noviembre de 2008

Despidiente



Sí, lo sé. Lo he intentado millares de veces y nada. Sí, sí, también sé que lo he anunciado otras tantas, que he prometido pañuelos blancos del desasosiego y últimas miradas.


¿Me están llamando mentirosa?


No es justo. Saben bien que si lo decía era porque siempre creí en la palabra como preludio de la consecución de los hechos.

¿Por qué ahora sería distinto? Buena pregunta esa.

Como buena amante de los vocablos que soy, tan dispuesta siempre al revolcón letrado, sabrán que si a algo soy fiel es a ellas.

Las pobrecitas están agotadas de tanto trajín, y hace semanas que murmuran una obsequiosa certeza:


"Hoy ha empezado nuestro otoño, dejaste de dolerme y no estoy triste."


¿Tiene sentido seguir enmudeciéndolas?


Creo que es tiempo de decir adiós. Al fin.




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Prolegómenos a una antología del adiós

Para decir adiós, pegue la boca al vidrio y estampe un beso. Luego, abróchese el abrigo porque hará frío y lloverá, y no habrá paraguas en el mundo que lo proteja.
Camine por esas calles destinadas a la risa pero que ahora están abandonadas, como si la gente supiera que usted está diciendo adiós sin maletas ni pañuelos, sin estaciones de trenes, aeropuertos, terminales de buses.
Usted dice adiós en el centro de su soledad.
Asuma su condición. Si desea, grite para que los pájaros –esos que huyen y se pierden en el cielo- sepan de qué condición se trata. A ellos les importa, sólo por un asunto de alas y de plumas previamente acicaladas.
Entiéndalo bien: a nadie le interesa que usted sea el despidiente o el despedido. Por esto, diga adiós sin estridencias. No utilice serruchos oxidados ni hojas de afeitar para rebanarse las venas. Si no desea más sangre en su vida, dónela. Toda. Verá que una buena acción también es un buen adiós.
No le cuente a familiares ni a amigos más cercanos de sus propósitos. Harían causa común y querrían despedirlo con globos y tralalás innecesarios.
Cosa su boca si es necesario. Con hilo vidriado para elevar volantines.
Quien calla, otorga. Si no lo sabía, ahora lo sabe.


Lilian Elphick




5 comentarios:

g. dijo...

Esta bastante bueno... Es esperanzador... Las primeras comillas son geniales, y hacen bien al alma...

Y la gran sustancia de las letras grandes es genial... Pero qué difícil que es decir adiós algunas veces... Cuanto tiempo tarda en decirse... A veces creo que es más difícil decir adiós que hablar con Dios.

Saludos.

Sole dijo...

Ojala puedas decir " adios" creo sera lo mejor para tu bien, por lo poco que se

besos

Rocío dijo...

A mi me cuesta TANTO decir adios ): me cuesta TANTO admitir que las cosas se terminaan, :s un beso Emilia, (:

Lovelyrita dijo...

"Luego, abróchese el abrigo porque hará frío y lloverá..."

uno de los mejores post que he leido. lastima la circunstancia, pero es tan verdadero.
cuando uno se despide es tal cual,la tristeza y no queres hablar con nadie. decir adiós sin estridencias.

un saludo Emilia, y ojala estes mejor.

eva lluvia dijo...

sí, es bueno saber decir adiós, permitirnos estar receptivos a nuevos "holas"...

un besito