
Claro que te curarás porque vivís en la salud… Pero yo no. No es para mí un destino sano; me persiguen los rasgos, el antiguo tacto, una improvisada maldición, besos imaginados – y de los otros –. Me estorban estos brazos que no saben más que hacer que esperarte, estas manos que se inmiscuyen en la tibia franja de mi ser y gritan tu nombre en un espasmo de placer fingido, este rostro olvidado de sonrisas que se resquebraja en el terror de saberse abandonada de tu pensamiento. Porque vivís en la salud, y cada paso en esta ciudad que te sabe y anuncia a gritos, no hace más que infligirme heridas que merezco. Ay, de tu gesto. Ay, de tus pasos que ya no recuerdan contar hasta cien para detenerse frente a los míos. Ay de vos tan sano… tan feliz… tan de ella. Ya no me restan ni las ganas de maldecirte. Mis poderes mágicos de olvido y adiós se empaparon con esa mirada-represa que te obsequié en nuestro último encuentro. ¿Y el goce de estar triste? Dejo eso para los verdaderos poetas, para los que recito a oscuras en improvisado mantra, para los que me abandonan hoy, aquí, ahora bajo este manto de lluvia y desesperación… [y todo este vómito de palabras por una sombra en polaroid.]
25.7.11