miércoles, 30 de junio de 2010

Yo no hablo de venganzas ni de perdones...


"Desde el momento en que supo que ella había dejado la ciudad y se había marchado a Inglaterra – aunque nadie, ni siquiera su familia conocía su paradero -, mi marido enfermó de verdad de aquella espera incierta, que es quizás el mayor sufrimiento que existe. Sé lo que se siente… Más tarde, cuando nos divorciamos, yo también lo estuve esperando así durante un tiempo, tal vez un año. ¿Sabes?, como cuando te despiertas en mitad de la noche y sientes que te falta la respiración, como un asmático falto de aire que estira la mano en la oscuridad buscando otra mano. No logras entender que el otro ya no está a tu lado, ni siquiera en la casa vecina o en el mismo barrio. En vano pasearás por la calle, pues no se cruzará contigo. El teléfono se convierte en un trasto inútil, la prensa está llena de noticias superfluas sobre hechos banales, por ejemplo que ha estallado una guerra mundial o que han destruido un barrio entero en alguna capital europea de millones de habitantes… Te cuentan lo que ocurre en el mundo y, tras escuchar con educada atención, dices con aire distraído: “¿De verdad?... No me diga… Muy interesante”, o bien: “¡Eso es estremecedor!”, pero no sientes absolutamente nada. En una hermosa novela española, un libro inteligente y triste – ya no recuerdo el autor, tenía un nombre de torero, larguísimo, con muchos nombres de pila -, leí que esa especie de hechizo, ese estado de ánimo de los enamorados en eterna espera del amor ausente tiene algo en común con el desvarío de los hipnotizados; y que sus miradas son como la de los enfermos que empiezan a despertar de su delirio y levantan con esfuerzo los párpados hinchados. No ven nada más que un rostro, no oyen más que un nombre.
Pero un día se despiertan.
Como yo.

[…]

Es una sensación extraña. Lo que ayer te parecía insoportable, te dolía tanto que te partía el corazón, hoy ya no te hace daño. Te sientas en un banco y estás tranquilo. Te pasan por la cabeza cosas como “pollo relleno” o “los maestros cantores de Nüremberg”. O “hay que comprar una bombilla para la lámpara de la mesita”. Eso es la realidad, y todo lo que la compone es igual de importante. Ayer todo eso resultaba improbable, volátil, incomprensible: la realidad era totalmente distinta. Ayer ansiabas venganza, o quizás redención, querías que llamara, que te necesitara desesperadamente o que lo encerraran en la cárcel y lo ejecutaran. ¿Sabes?, mientras sientes eso, el otro se sentirá feliz y se mantendrá alejado. Aún tiene poder sobre ti. Mientras clames venganza, el otro se frotará las manos porque la venganza es un deseo, una especia de yugo. Pero llega un día que despiertas, te frotas los ojos, bostezas y, de pronto, te das cuenta de que ya no quieres nada. Ni siquiera te inmutas cuando lo ves por la calle. Si llama por teléfono respondes, como debe ser. Si quiere verte, y la cita es inevitable, bueno, adelante. Y todo eso lo haces con ánimo tranquilo y sincero, ¿sabes? Ya no queda nada del dolor, de la convulsión, del delirio. ¿Qué ha pasado? No lo comprendes. ¿Ya no anhelas venganza?...
Y entonces te das cuenta de que ésa es la verdadera venganza, la única, la perfecta: ya no quieres saber nada de él, no le deseas nada malo ni nada bueno, ya no puede hacerte sufrir."

lunes, 28 de junio de 2010

Y todo fue también una ceremonia de celebración de la vida...


A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo,
en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.

Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.

viernes, 25 de junio de 2010

Llorarlo todo, pero llorarlo bien


"Yo quiero llorar a veces furiosamente
porque no sé qué, por algo,
porque no es posible poseerte, poseer nada,
dejar de estar solo."

martes, 22 de junio de 2010

Mascarada


"...ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú..."

viernes, 18 de junio de 2010

Al oeste del sol


"'Jamás volveré a verla', pensé. 'Ella ya sólo existe en mis recuerdos. Se ha ido de mi lado. Estaba aquí, pero ha desaparecido. Y allí no hay término medio. Donde no hay lugar para el compromiso no puede haber un término medio. Los 'quizá' tal vez existan al sur de la frontera. No al oeste del sol.'"

lunes, 14 de junio de 2010

Y tal vez no seas tú...


"Buscándote aunque sé que no estás, que no voy a encontrarte."

jueves, 10 de junio de 2010

Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite


"Como ves, soy jodido para querer. La mayor parte del tiempo, me basta con hacerlo. Sé que no es suficiente. Somos muchos los que andamos con el cariño estropeado, pero hay que tener valor para sacarlo de adentro con estropeaduras y todo. Me parece ahora que es algo que hay que aprender, como tantas cosas en la vida. Nos moriremos aprendiendo, si queremos vivir distraídos de morir."

martes, 8 de junio de 2010

El despertar


Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

viernes, 4 de junio de 2010

When you are smiling


"No te voy a cansar con más poemas.

Digamos que te dije

nubes, tijeras, barriletes, lápices,

y acaso alguna vez

te sonreíste."

martes, 1 de junio de 2010

Recuperemos el amor epistolar





México, D.F.. 7º día después del 15 de septiembre de 1946.


Clara:
Corazón. Ya se fueron las nubes. Tú miras para todos lados y no ves nubes. Sólo un cielo azul y una grande, pero muy grande esperanza.
Desde hace muchos años los hombres han luchado por lo que quieren. Muchos, los que no conocen otra ambición que las cosas materiales, han llegado a odiar la vida porque jamás pensaron en ella ni supieron que el tiempo... Pero para qué te hablo de esto. Yo lo que quiero decirte es que te amo. Tan suave y con tanta ternura que no me asusta el tiempo para pensar que contigo la vida es demasiado hermosa.
[...] yo desde lo más hondo de mi más pobre y humilde condición, me digo siempre: Clara es la virtud que ha hecho de mí un hombre más amigo de las cosas humanas, más amigo de la vida.
Más amigo tuyo que ningún amigo tuyo. Y yo te veo así, noviecita, algo en quien yo confío, alguien con quien compartiría mis ratos buenos y a quien no le ocultaría mis ratos malos. Tu y yo de la mano como dos buenos amigos; como dos buenos compañeros, unidos para caminar sobre el ancho mundo. Y que no bajen las nubes, que nunca bajen sobre nosotros. Tú, aire de las colinas, las espantarías con esa virtud de que estás llena.
[...] Nacimos por milagro y todo lo que nos sigue dando la vida es milagroso. Por eso no dudo, y menos aún ahora, de que los dos juntos seremos más fuertes para aguantar el amor o la alegría o la tristeza o lo que venga. Así seremos tú y yo: esos dos buenos amigos que se llaman Clara y Juan [...] muy firmemente aliados contra todo, y haremos un mundo. Un mundo nuestro, tuyo y mío, para los dos.
Eso quisiera para ti. Darte cuanto existe. Pero no podemos ser como dioses; no somos más que pobrecitos seres humanos y tenemos que pedirle a Él que mire por nosotros. Que abra sus grandes ojos sobre este par de muchachitos suyos y que no nos falte nada.
Sin embargo, a veces creo que es pedirle mucho. Yo le pedí tu cariño y me lo dio. ¿Qué más sobre eso pudiera yo pedirle?
Se llama Clara, Señor, le decía yo, mírala, mira cómo es una de las más hermosas de tus criaturas, parece como si fuera una travesura tuya, un juguetito que pusiste sobre la tierra para descansar tus ojos en él, cuando te sintieras cansado de mirar todas las demás cosas. Y yo la quiero, Señor, haz que ella conozca lo mucho que la quiero. Eso le decía yo todavía ayer, todavía ahora y se lo seguiré diciendo siempre.
Me gustó cuando tu mamá nos dijo que éramos un par de miedosos. Me gustó mucho. Me pareció como si eso nos uniera para comenzar a pelear contra el miedo. Que en este caso se pudiera llamar temor hacia el mañana.
Pero yo no tengo miedo, nada; pura confianza; veo ahora las cosas de un modo tan tranquilo que casi estoy seguro que serán fáciles las dificultades. Mi miedo de aquella noche era que nos dijeran que no. No era otro.

Quisiera decirte muchas, pero muchas cosas en secreto.

Juan.