
- SEG: ¿En qué pensás?
- CAR: Quiero ordenar lo de aquí. (Se toca la cabeza con ambas manos). Hay como cinco chicos mendigos saltando mi cerca mental, buscando aperturas, nidos, cosas para romper o robar. Quiero hacer orden.
- SEG: ¡Orden! ¿Qué es esa mentira?
- CAR: Aunque sea una falacia, aspiro a tener orden. Para mí, es la flor azul de Novalis, es el castillo de Kafka.
- SEG: Decí mejor que es tu musa de la mala pata.
- CAR: Yo sé que es idiota, pero es lo único que quiero verdaderamente. Un espacio mío, mudo, ciego, inmóvil, donde cada cosa esté en su lugar, donde haya un lugar para cada cosa. Sin voces, sin rumores, sin melodías, sin gritos de ahogados.
- SEG: ¿Es eso todo lo que querés?
- CAR: Quiero un poco de orden para mí, para mí solo.
- SEG: ¿No andarás enfermo?
- CAR: Estás profanando mi sueño. El orden es mi único deseo, por lo tanto es imposible. En consecuencia, no creo estar molestando a nadie deseando cosas imposibles. [...]