La historia es más o menos así…
A los cuatro años ingreso al jardín de infantes y empiezo a dibujar formas más concretas y a jugar a que soy grande, configurando de ese modo los roles que años después iba a evitar.
A los seis y tan rápido como un viaje en tobogán, caigo en medio de la escuela primaria donde mis letras son orientadas en filita obediente sobre renglones grises y mis números se rebelan con la misma insubordinación de hoy en día.
A los doce años con mis primeras hojas estudiadas como si fueran una enorme enciclopedia y con un par de lecturas de contados libros, tropiezo con la escuela secundaria y agrego a los antiguos papeles, no sé, cinco hojas más…
Cuando la secundaria concluye y ya moldeada de tal manera que era imposible librarme del resguardo de las instituciones educativas, me arrojo de lleno en la universidad y ahí empiezo a padecer el pavor del estudio verdadero. Apuntes kilométricos y extensas sesiones de contabilidad y matemática (¡paradoja a posteriori!) me mostraron sus deslucidas galas y me convencieron de dejar de fingir: ¡Fuera de acá que esto no es para vos!
Así, a los veintitrés años y sapiente de lo que verdaderamente quería de mí – al fin – huí rauda a los brazos amables del profesorado de lengua y literatura.
¡Ah, qué placenteros momentos! ¡Qué deliciosas horas, acompañada de clásicos literarios!
Tolstoi, Dostoievski, Dante, Cervantes, Shakespeare, Borges, Dumas, y otros de cuyos nombres no es preciso acordarse, me impulsaron con pasmosa velocidad a este día de hoy.
¡Extra! ¡Extra! Gritan los diarios tardíos. Hoy, 16 de diciembre de 2008. Yo, Emilia, ¡¡ya no soy más una estudiante!!
Tantos años, tantas lecturas, tantos errores y sus posteriores remiendos para desprenderme de la comodidad que significa ser alumno, y pasar a ser docente.
Soy docente. Soy profesora de lengua y literatura. Ya tengo el título. Ya no debo estudiar más para esta carrera… ya no debo… ya no…
¿Y ahora?
La vida real, supongo.
A los cuatro años ingreso al jardín de infantes y empiezo a dibujar formas más concretas y a jugar a que soy grande, configurando de ese modo los roles que años después iba a evitar.
A los seis y tan rápido como un viaje en tobogán, caigo en medio de la escuela primaria donde mis letras son orientadas en filita obediente sobre renglones grises y mis números se rebelan con la misma insubordinación de hoy en día.
A los doce años con mis primeras hojas estudiadas como si fueran una enorme enciclopedia y con un par de lecturas de contados libros, tropiezo con la escuela secundaria y agrego a los antiguos papeles, no sé, cinco hojas más…
Cuando la secundaria concluye y ya moldeada de tal manera que era imposible librarme del resguardo de las instituciones educativas, me arrojo de lleno en la universidad y ahí empiezo a padecer el pavor del estudio verdadero. Apuntes kilométricos y extensas sesiones de contabilidad y matemática (¡paradoja a posteriori!) me mostraron sus deslucidas galas y me convencieron de dejar de fingir: ¡Fuera de acá que esto no es para vos!
Así, a los veintitrés años y sapiente de lo que verdaderamente quería de mí – al fin – huí rauda a los brazos amables del profesorado de lengua y literatura.
¡Ah, qué placenteros momentos! ¡Qué deliciosas horas, acompañada de clásicos literarios!
Tolstoi, Dostoievski, Dante, Cervantes, Shakespeare, Borges, Dumas, y otros de cuyos nombres no es preciso acordarse, me impulsaron con pasmosa velocidad a este día de hoy.
¡Extra! ¡Extra! Gritan los diarios tardíos. Hoy, 16 de diciembre de 2008. Yo, Emilia, ¡¡ya no soy más una estudiante!!
Tantos años, tantas lecturas, tantos errores y sus posteriores remiendos para desprenderme de la comodidad que significa ser alumno, y pasar a ser docente.
Soy docente. Soy profesora de lengua y literatura. Ya tengo el título. Ya no debo estudiar más para esta carrera… ya no debo… ya no…
¿Y ahora?
La vida real, supongo.
4 comentarios:
Y ahora si, empezas a vivir una vida de verdad creo, la vida que para que todo el mundo se prepara de chiquita, la vida que primero esigual a la que eligieron sus viejos, y desp una totalmente diferente, suerte y empeza a vivir la de verdad ahora emilia, un beso enorme :)
Primero felicitaciones!!! Linda carrera!
Y ahora? Ahora todo sigue, si bien hay espacios bisagras, no creo que lo anterior no haya sido vida, para mi es mas de lo mismo, nuevos capítulos (a veces no tanto), esta cosa no para de girar, asi que no hay posibilidad para dormir la siesta...jeje
saludossss
Felicitaciones.
¿Y ahora? Lo mismo que antes pero sin clases. Al principio es como que te liberas de todo y luego, con el tiempo, te vas dando cuenta que vas a extrañar los claustros (O por lo menos, el lado en que estabas antes de los claustros, vos vas a seguir en claustros... Y estoy muy claustrofobico... ahhh... se me va... Me pasaste la alegría, che)
Felicitaciones.
Besos.
Y has salido del huevo... ahora aprenderas en una nueva universidad...la universidad de la calle...
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